Mientras más me acercaba podía ver a la
media luz del túnel su sombra grande doblada en una esquina, usaría seguro ese
sombrero gracioso de copa color granate con los broches dorados y el traje rojo
amarronado que le hacía juego. Aún seguía sorprendiéndome con su habilidad de
crear escenarios a su gusto y según su estado de humor, los más irreales:
plataformas de pisos de agua dorada con perlas cantantes sobre un fondo de
atardecer, el cielo quemando su azul a un costado de un corazón color del
cobre, las mariposas transparentes, avenidas parisinas con melodías de fondo de
Vivaldi, los infinitos mundos debajo del mar... lo creaba todo; sin embargo,
ahora estaba asustada de estar a quince pasos de su maldad, sólo veía su sombra
y estar ahí, en ese túnel de subterráneo, me parecía una pesadilla construida
para el momento.
Krudoh era el amante del suspenso, me lo
imaginaba sintiéndose complacido al percibirme vulnerable a todas sus ficciones
y podía imaginar sus ojos bravos, enrojecidos, acechándome. Sentía que era
capaz de percibir el olor de mi adrenalina… Ese escenario estaba diseñado bajo
las normas de la ingeniería del miedo, todos los sonidos de baja frecuencia
alcanzaban los decibeles adecuados para hacerme llorar y el estúpido músculo de
mi corazón latía demasiado fuerte, sus sonidos rebotaban en las paredes
cóncavas y las ondas fluorescentes caían al suelo en horribles chorros de
sangre… Finalmente la indestructible naturaleza del ser humano regresaba a mí y
volvía a ser aquella mujer, la de antes, de cuando nacía, envejecía y moría.
Era una completa locura: luego de siglos transmutando aún me quedaba carne en
el cuerpo, esa carne que pensé extinta siglos atrás y que me estaba
confundiendo al sentir como sentía.
Krudoh y yo nunca fuimos iguales, aunque
alguna vez él y yo compartimos una historia cuando no se llamaba Krudoh, cuando
no parecía un monstruo de alcantarilla y su nombre por ese entonces era Thiago.
En aquel tiempo su aspecto difería demasiado del actual, la cabellera de rizos
rubios la usaba suelta hasta los hombros, ojos dulces tono ámbar, nariz recta,
dedos largos y finos, agilidad de atleta, rostro de niño, inteligencia más que
superior. Su planeta estaba hecho de estrellas y él también. Thiago venía de la
condensación de las estrellas de los cielos de Aries, fenómeno que ocurrió mil
años atrás junto con una tormenta de meteroritos; tiempo después surgió en ese
espacio un nuevo territorio con un único habitante, un lugar con aspecto de
plasma que fue llamado Scene Aries. No tardó mucho en darse cuenta de su
condición solitaria y empezó a viajar por el cosmos, consiguió el control sobre
los elementos comenzando a auto controlarse él mismo, descifró el código de
conexión con los puertos de comunicación de programas externos entrando a los
agujeros gusano, aquellos conectores que transportan a universos diferentes y
asimiló culturas, algunas de ellas culturas muertas, lo mismo hizo en las galaxias.
Todo ese tiempo aprendió mucha magia hasta llegar a fabricar mundos fascinantes
proyectando sus pensamientos con ayuda del plasma y con el tiempo logró que
otros entrasen y participaran en esas realidades.
Y mi nombre, ¿acaso importa ahora?... de
dónde vengo ¿es relevante?...Yo fui su desgracia y no merezco ser mencionada,
arruiné sus mundos bellos y lo único que le dejé fue soledad, que no se compara
si quiera con la soledad de ser el único habitante de un hermoso planeta. Lo
único que merezco es la imprecación porque hice del basto territorio de Scene
Aries un lugar horripilante y mísero donde no sobreviven los elementos y donde
no existen los sentimientos, lo asemejé a un planeta extinto. Yo destruí su
hogar y él quemó mi memoria en la puerta creyendo que ya había muerto. Llámenme
Azuri aunque no importe mi nombre descosido y hecho mil trizas, ni mi maldecida
raza, ni las millas ni los años que lo he venido buscando porque todo aquello
se diluye y se hace nada sin su perdón.
Mi historia nunca fue como la del bello
Thiago, mientras él tenía un mundo de caleidoscopio, yo no conocía el arco
iris. Mis territorios comprendían los casquetes polares de un lejano lugar
llamado Cianea donde lo más hermoso era la aurora dos veces al año y el
espectáculo de la ventisca de pétalos de colores que venían remanentes de las
flores de otros dominios en algún lugar del universo. En mi mundo, los cianitas
conocimos a las flores por partes. Teníamos tres montañas desde cuyos picos más
altos era posible acceder a las plataformas para la desconexión de los cuerpos
mediante la saturación del ambiente con nitrógeno en cámaras acondicionadas.
Cuando hablamos de desconexión de los
cuerpos nos referimos a la fascinante experiencia de dejar el cuerpo físico en
una de las cámaras acondicionadas para tal fin utilizando la técnica de
criogenización. El cuerpo queda congelado mientras la mente viaja a otros
mundos y se es capaz de traspasar sin dificultad las barreras del espacio y el
tiempo. Este viaje dura doscientos años, luego de los cuales volvemos a
conectarnos con nuestra realidad material y transmitimos lo vivido a las nuevas
generaciones. Sin embargo el acceso a las plataformas siempre fue restringido,
de suerte tal que nuestra clase privilegiada vivía en una meseta y no nos faltaban
los bienes físicos ni la tranquilidad; mas afuera de nuestra burbuja centenas
de cianitas morían por problemas de circulación debido a que no tenían aislado,
como nosotros, el gen portador de la cianosis; entonces su piel se amorataba y
en algún momento fallecían. Hubo miles de decesos del mismo tipo mientras yo
crecía en la meseta y no conocía el espanto. Nos habían hecho creer que ellos
merecían ese destino porque empleaban “programas negros” para vivir, con
conexiones a tierra no a los niveles de exósfera como nosotros. Me enteré de la
verdad mucho después, a los quinientos años, mientras estaba desconectada, para
entonces ya no me veía a mí misma como el primitivo ser humano, sino como una
raza superior, la cianita; sin embargo él era diferente, siempre había sido
diferente.
Gama de tonos cálidos y brillantes, la
estrella Torian al norte, el abrazo de mis padres, el ritual con el agua y la
ceremonia nupcial: Era la última aurora que vería en aquel año… el comienzo de
mi aventura fuera de Cianea. Había demostrado aptitud y desarrollo evolutivo al
nivel requerido para la prueba de la desconexión, luego de ello dejaría de ser
aprendiz y me convertiría en maestra. Conocí a mi esposo esa misma mañana, se
llamaba Nautaro, para cuando oscureció ambos estábamos entrando a las cámaras
de la desconexión. Los cianitas solo se casaban una vez aún sin amor… Ya me
había olvidado del amor en la Cianea… para mí era un concepto ligado al ser
humano y a su debilidad. No odiaba al amor, sólo no lo sentía… en Cianea no
había amor.
Debo decir que la Cianea, aparte de ser
lejana, se encuentra cercana a un agujero negro del universo, junto con las
estrellas marrones. Para desconectarse mediante el procedimiento de criogenia
se precisan de avanzados programas estimuladores de la corteza cerebral los que
hacen posible que la mente sintonice con la región del agujero negro y podamos
viajar mentalmente a través del canal comunicador externo denominados “agujero
gusano” y vivamos en mundos diferentes al nuestro.
Jamás le había revelado a cualquiera que
no fuese cianita los mundos sorprendentes y los secretos que descubrimos todos
aquellos que participamos de la experiencia... Primero hay un silencio y se
anda en vaivenes y rebotes en medio de la oscuridad, sin gravedad, hasta que te
cansas y abres la boca para gritar con todas tus fuerzas y romper el silencio y
lo único que sientes es tu boca abriéndose entumecida sin sonido alguno,
sientes el vacío del universo y tú como su único elemento. Ahí descubrí lo que
era la soledad. Luego, impotente, sin mis sentidos, me dejé llevar por el
interminable conducto donde de un momento a otro empecé a oír vocecillas y
vozarrones de todas partes que cortaban como cuchillas la paz negra de ese
túnel. Una vez que hube llegado a los bordes del canal me encontré con un
espectáculo majestuoso, fue como ver una gran explosión multicolor sin sonido.
Y me dejé llevar. Pronto estaba dentro de esa luminaria y era como una más de
esas partículas de colores que nunca había visto. Al final de ese recorrido de
transición entre dimensiones me encontré a mí misma volando hacia cualquier
parte, registrándolo todo en la memoria. Ya no sentía mi cuerpo, ahora tenía la
misma densidad del aire y era un holograma andante.
Hice ese viaje por el universo y adquirí
conocimientos técnicos y científicos de mundos desconocidos aprendiendo de
seres nuevos para mí, pero sus rostros cambiaban de expresión pasando de la
serenidad a la preocupación o acaso la compasión cuando les mencionaba que
venía de la Cianea. Al principio pensé que sería por la lejanía y las difíciles
condiciones del territorio sin embargo luego intuí que ellos me ocultaban algo
y se esforzaban en hacerme sentir alegre mientras estaba en sus lugares. Se me
hacía difícil pasarla bien cuando esos desconocidos me miraban con sorpresa
sino con lástima.
Pasaba una temporada en Briyidul, en las
fiestas de culto a la constelación de Orión y Rigel, su estrella más grande, que
brillaba blanca y azul… Me recordaba a la fea Cianea… tan de blanco, tan de
índigo, tan grande, tan lejana… aún así el único lugar del universo que me
esperaba.
El culto a Orión es uno de los eventos
al que concurren gran cantidad de viajeros venidos de todas partes y durante siete
días Briyidul se llena de alegría, rodeándose de una luz violeta. Ahí fue donde
conocí a Thiago; me habló de Scene Aries, de las proyecciones, de su habilidad
para hacer que otros entrasen en sus escenarios, y el último día me invitó a
visitar su territorio. Habrían transcurrido más de una centena de años de mis
viajes y después de haber vivido experiencias sorprendentes un fenómeno inusual
más no estaba de más y me preparé para la aventura con Thiago.
De lejos, Scene Aries emite destellos
rojizos y, como dije, tiene la contextura del plasma, material con el cual
Thiago diseña los escenarios. Cuando llegamos había un enorme palacio rodeado
de jardines de flores hermosas que yo había visto llegar a mi planeta por
pedazos, criaturas exóticas, seres pequeños que jugaban en los campos, mares
turquesas, aromas deliciosos y sonidos nuevos para mí. Recuerdo que ese día
llovía escarcha rosada. Recuerdo haber tenido ganas de morir ahí, en ese
paraíso. Recuerdo haber volteado para mirar a Thiago y éste dijo:
- “Es mi mundo, ojos violeta… La soledad
me rodea… todo lo que ves es invento mío para sobrevivir a la monotonía” –
luego agregó: “Soy un ser demasiado sensible e influyente en el mundo en el que
vivo, todo aquí cambia según mi estado de ánimo. Soy la fuente generadora de mi
propio ambiente, si algo triste me llegara a pasar todo alrededor se deprimiría
conmigo, si llegara a morirme este lugar se extinguiría conmigo; así que debo
ser feliz y estar alegre para que en Scene Aries vivan la magia y la fantasía”
- Imagino que se te hace difícil
enfrentar el hecho de ser el único habitante real, ya que el resto son como
espejismos ¿cómo olvidas la soledad?
- En este mundo no se puede olvidar la
soledad, ella existe aunque nosotros dejemos de hacerlo. Si yo muriera no se
acabaría la soledad; sólo puedo hacer lo posible para no dejarme vencer por
ella, por eso viajo mucho y conozco otros seres. Ya había conversado antes con
hologramas parlantes como tú jajaja.
Entonces sonrió y empecé a debilitarme
como si su mirada, su sonrisa, sus palabras, tuviesen un efecto poderoso sobre
mis nervios y mis sentidos. Sentía que alguna parte de mi voluntad se adormecía
al solo hecho de estar tan cerca el uno del otro, sólo sabía que necesitaba de
más aire en mis pulmones, que las pulsaciones se salían del promedio normal y
pensaba en la semana del ritual en honor a Orión y que los mejores momentos
vividos hasta ese entonces habían sido con Thiago, al que tenía frente a mí.
- Es que así somos cuando viajamos por
el universo, nuestro cuerpo de materia se queda en casa y lo que ves es un
holograma. – añadí.
Descubrí universos fascinantes en el
tono ámbar de sus ojos, había tomado mi mano y en ese momento salió una aureola
boreal en el cielo, un viento suave nos envolvió; yo sólo tenía ganas de vivir
ahí con él para siempre y sentía que el corazón se me oprimiría si ese momento
acabase. Nunca había tenido esa sensación de casi un vértigo, estaba en el
limbo con una alegría inexplicable.
- Siento como si el tiempo se hubiera
detenido. Quisiera que te quedases aquí conmigo y compartirlo todo. A pesar de
haber conocido tantos seres y de haberlos hecho entrar con la mente en mis
mundos, o de manera directa como te traje a ti, ninguno de ellos me había hecho
sentir como ahora me siento.
- ¿Qué es?... Me pasa algo, siento una
angustia terrible al pensar en la idea de tener que irme y no volver a verte,
Thiago.
Él se acercó y sus brazos rodearon mi
cuerpo… Mis manos en sus hombros… Nuestros rostros acercándose… y los labios
rindiéndose el uno al otro.
Habité en Scene Aries cincuenta años
más, compartiéndolo todo con Thiago, sin embargo dos meses antes de cumplirse
los 200 años de mi desconexión, pesadillas empezaron a mortificarme: Otra vez regresaba
al destello de colores, luego al canal del agujero gusano como transición hacia
mi cuerpo dejado en la Cianea, empezaba a sentir demasiado frío y se acercaba
el momento de la salida de la cámara de criogenización… entonces, ya unida al
cuerpo, salía. Luego los maestros cianitas hacían elevar la temperatura de mi
cuerpo y yo fallecía al cambio brusco de temperatura. Por último aniquilaban a
Nautaro y a toda mi familia.
Influenciada por estos repetidos sueños
horribles, un día difícilmente decidí que lo mejor sería dejar Scene Aries y
volver a mi destino en la Cianea… El programa de desconexión es un programa
automático, caduca a los 200 años, lo que quiere decir que sino regresaba el
día en que se cumpliesen los 200 años, sería el mismo programa el que acabase
conmigo.
- Finalmente te vas…
- Debo regresar a Cianea. Soy un
holograma, no soy real.
- Para mí sí.
- Mi cuerpo no está aquí, sino regreso a
Cianea en tres días el programa me eliminará.
- No puedo perderte. Si te conectas a tu
cuerpo dime cómo haré para recuperarte. Te necesito… te amo…
Hubo una promesa que iba más allá del
espacio y del tiempo. Volveríamos a vernos cuando recuperase mi cuerpo. El
conocía las coordenadas para ubicar Cianea y en una semana nos encontraríamos
en Briyidul, listos para huir a Scene Aries.
Llegado el momento atravesé el canal
gusano y ya estaba de regreso en Cianea. Recuperé mi cuerpo. Viví con mi esposo
Nautaro cincuenta años más, fuimos Grandes Maestros de la Cianea y tuve dos
hijos. Sin embargo sucedían cosas raras cuando enseñaba y me tocaba relatar
experiencias, sentía como si buena parte de mi vida afuera se hubiese perdido
de la memoria. Me parecía que Nautaro contaba con más recuerdos que yo; y, por
alguna razón sentía como si me apretasen el corazón tan pronto presenciaba una
aureola boreal. Se llamaba nostalgia… este sentimiento humano, un obstáculo en
la Cianea. Algo había ocurrido en la desconexión, algo que yo no conseguía
recordar. No me explicaba porqué en mis sueños había tanta belleza y de un
momento a otro todo se derrumbaba y daba paso a la destrucción, a lo lejos,
como un eco alguien decía: “el paisaje está matándome”. No podía estar
tranquila.
A pesar que no estaba permitido, hurgué en
los archivos de los programas y encontré que los Patriarcas de Cianea tenían
uno registrado como “Suprem” “programa supresor de recuerdos”. Según la
sinopsis, este programa servía para la eliminación de recuerdos no científicos
que pudiesen afectar la naturaleza de la raza cianita”… Ahí estaba la clave,
habían “borrado” parte de mi vida a su antojo y no paré hasta que encontré mi
registro personal de los últimos cien años: … ¿Briyidul?, ¿Scene Aries? No
recordaba que ese último nombre haya sido importante para mí. Al ver los
registros revivieron en mi los recuerdos de las fiestas del culto a Orión y de
cuando conocí a Thiago… me invitó a Scene… Aries… y luego, nada más.
Huí de la Cianea preguntando por todo el
universo dónde quedaba Scene Aries, mi viaje no fue tan fácil, ya no era un
holograma que en segundos estaba en el planeta más próximo. En la travesía me
encontré con los seres que mencionaba al comienzo de esta historia, me veían
con compasión y ahora sí me podían decir porqué, porque a todo cianita les
borraban parte de sus recuerdos, eso era lo único que sabían. Les hablé de
“Suprem” y supe que yo había sido la única en desertar de aquella tierra. Tenía
que saber qué pasó después del rito de Orión, si es que alguna vez llegué a Scene
Aries. Seres de un extraño territorio del cual, por seguridad, prefiero no
decir el nombre, me ayudaron. Estimularon mi corteza cerebral y en una semana
comencé a recordarlo todo y como resultado, a sumirme en la depresión más
terrible. Para entonces, ya había transcurrido un siglo desde que dejé a Thiago
en Scene Aries, para entonces ya tenía en la mente el camino a sus dominios,
para entonces Thiago se llamaba Krudoh.
No fue fácil caminar en ese escenario de
pesadilla y antes de que lo ubicase a él, él me ubicó a mí y me hizo entrar en
una espantosa realidad subterránea. A cierta distancia le conté mi historia y
mientras avanzaba en mi discurso, el túnel se derritió, el cielo anochecido se
rompió con un estruendo, las bestias vociferaron y aquél que tenía cerca, aún
de espaldas, recostado en la columna, ladeó la cabeza y volvió a llamarse
Thiago. Dos lágrimas habían caído al suelo, resquebrajándolo. Después de cien
años aún seguíamos siendo los mismos.